Señal secreta
- Pero lo escribes con mucha elegancia - dijo O'Brien -. Y ésta no es sólo una opinión
mía. Estuve hablando recientemente con un amigo tuyo que es un especia lista en
cuestiones idiomáticas. He olvidado su nombre ahora mismo; que lo tenía en la punta de
la lengua.
Winston sintió un escalofrío. O'Brien no podía referirse más que a Syme. Pero Syme no
sólo estaba muerto, sino que había sido abolido. Era una nopersona. Cualquier referencia
identificable a aquel vaporizado habría resultado mortalmente peligrosa. De manera que
la alusión que acababa de hacer O'Brien debía de significar una señal secreta.
Conspiración
«Si quieres verme, ya sabes dónde estoy», era en resumen lo que O'Brien le había estado diciendo. Quizás se encontrara en el diccionario algún mensaje. De todos modos lo cierto era que la conspiración con que él soñaba existía efectivamente y que había entrado ya en contacto con ella.
Proceso
Winston sabía que más pronto o más tarde obedecería la indicación de O'Brien. Quizás al día siguiente, quizás al cabo de mucho tiempo, no estaba seguro. Lo que sucedía era sólo la puesta en marcha de un proceso que había empezado a incubarse varios años antes. El primer paso consistió en un pensamiento involuntario y secreto; el segundo fue el acto de abrir el Diario. Aquello había pasado de los pensamientos a las palabras, y ahora, de las palabras a la acción. El último paso tendría lugar en el Ministerio del Amor. Pero Winston ya lo había aceptado. El final de aquel asunto estaba implícito en su comienzo. De todos modos, asustaba un poco; o, con más exactitud, era un pregusto de la muerte, como estar ya menos vivo. Incluso mientras hablaba O'Brien y penetraba en él el sentido de sus palabras, le había recorrido un escalofrío. Fue como si avanzara hacia la humedad de una tumba y la impresión no disminuía por el hecho de que él hubiera sabido siempre que la tumba estaba allí esperándole.
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