jueves, 28 de febrero de 2013

1984, George Orwell (10)

Natural

En cuanto se despertó, la conducta de Julia había cambiado. Tenía ya un aire prevenido y frío. Se vistió, se puso el cinturón rojo y empezó a planear el viaje de regreso. A Winston le parecía natural que ella se encargara de esto. Evidentemente poseía una habilidad para todo lo práctico que Winston carecía y también parecía tener un conocimiento completo del campo que rodeaba a Londres.

Conversaciones intermitentes

Aparte de eso, se vieron por las calles en un sitio diferente cada tarde y nunca más de media hora cada vez. En la calle era posible hablarse de cierra manera mezclados con la multitud, juntos, pero dando la impresión de que era el movimiento de la masa lo que les hacía estar tan cerca y teniendo buen cuidado de no mirarse nunca, podían sostener una curiosa e intermitente conversación que se encendía y apagaba como los rayos de luz de un faro. En cuanto se aproximaba un uniforme del Partido o caían cerca de una telepantalla, se callaban inmediatamente. Y reanudaban conversación minutos después, empezando a la mitad de una frase que habían dejado sin terminar, y luego volvían a cortar en seco cuando les llegaba el momento de separarse.

Reglas y camuflajes

Aseguraba que merecía la pena darse ese trabajo suplementario; era un camuflaje. Si se observaban las pequeñas reglas se podían infringir las grandes.

Olor en el aire

El aire del pequeño espacio sobre las campanas era ardiente e irrespirable y olía de un modo insoportable a palomar.

Soluciones

Estaban sentados muy juntos en el suelo. El la apretó más contra sí. La cabeza de ella descansaba en el hombro de él y el agradable olor de su cabello dominaba el desagradable hedor a palomar. Pensó Winston que Julia era muy joven, que esperaba todavía bastante de la vida y por tanto no podía comprender que empujar a una persona molesta por un precipicio no resuelve nada.

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