C.S.Lewis. Más allá del Planeta Silencioso
Los guardias se plegaron hacia los costados. El rostro de Weston, generalmente
pálido, había ahora tornado el color de un tomate maduro por la influencia
del agua fría, y sus cabellos, que, naturalmente, no habían sido cortados
desde su llegada a Malacandra, estaban aplastados contra su frente y
todavía le chorreaba abundante agua sobre la nariz y las orejas. La expresión
de su rostro, que lamentablemente no podía ser apreciada por una audiencia
que desconocía la fisonomía humana, era la de un hombre valeroso sufriendo
por una gran causa, y casi ansioso por arrostrar lo peor y hasta por provocarlo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario