C.S.Lewis. Más allá del Planeta Silencioso (Ransom 1)
El rugido que escapó de todas las gargantas cuando comenzó a girar entre
todos otra vez, secándose la transpiración de la frente con una mano y agitando
el collar en la otra, ahogó todo lo que podía estar diciendo, pero Ransom
pudo leer sus labios que seguían diciendo: ―¡Lindo! ¡Lindo!. Entonces,
el sonido de las risas casi aumentó su volumen al doble. Los astros no estaban
ese día a favor de Weston. Levantaba y bajaba una rodilla e inclinaba la
cabeza, rítmicamente, hacia uno y otro lado, mientras agitaba el collar.
Posiblemente estaba rememorando esfuerzos hechos tiempos atrás para entretener
a alguna sobrinita y evitar que llorara. Casi se podía decir que bailaba
y su rostro estaba enrojecido por el esfuerzo. Ransom casi se dio vuelta
para irse cuando notó que los labios del científico cantaban: ¡Sobre el
Puente de Avignon...! Fue un agotamiento casi total lo que concluyó la representación
del gran físico, la más exitosa en su tipo jamás ofrecida en Malacandra,
y que provocó rugientes carcajadas de la audiencia.
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